miércoles, 9 de noviembre de 2016

SEMILLAS DE TOMATE

   Entre los colaboradores que tuvimos el curso pasado en el nuevo huerto recordamos ahora a la Unión de Campesinos, UCCL Segovia, que nos cedieron semillas autóctonas, de variedades tradicionales de algunos cultivos de la provincia. Nosotros adquiríamos el compromiso de devolver una cantidad equivalente de semillas, obtenidas en nuestra cosecha, para contribuir así al mantenimiento de su banco de semillas autóctonas.

   No todos los cultivos se dieron bien. Algunos, como los garbanzos de Valseca, los pimientos morrones de Muñoveros o las cebollas mantequeras de Abades, no prosperaron. Tampoco los guisantes de Santiuste de Pedraza, que se secaron al poco de nacer. Pero otros crecieron estupendamente, como las judías garbanceras de Maderuelo, las acelgas de Caballar, las lechugas repicoteadas del Valle de Tabladillo o las tres variedades de tomates que nos cedieron: tomate de Pinarnegrillo, tomate de bola de Cuéllar y tomate rosa de Aldeanueva del Monte.

   Os describimos el proceso que hemos seguido para extraer las semillas de los tomates. En primer lugar partimos por la mitad el tomate. Luego, con una cucharilla, vamos sacando las semillas, inevitablemente con la parte gelatinosa que las rodea, y las vamos depositando en un tarro.

   En poco tiempo el contenido del tarro comenzará a fermentar y a los dos o tres días un moho blanco habrá colonizado toda la superficie, degradando esa parte gelatinosa. Es el momento de iniciar el siguiente paso: verter el contenido del tarro en un colador y ponerlo bajo el chorro del grifo. Así, la semilla se separará fácilmente de esa capa protectora que dificultaría su germinación y queda limpia.  

   Sólo falta colocar las semillas sobre un trapo o papel de cocina y tenerlas así unos días, hasta que se sequen bien y guardarlas después, bien cerradas, en un lugar fresco, a la espera de que llegue el momento de preparar el semillero.


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