El pasado día
2 de octubre se organizó una salida de reconocimiento del entorno para los
alumnos de 4º, 5º y 6º, junto con sus tutores, algunos maestros especialistas y
con la inestimable compañía de nuestro ex-compañero José Luis, entusiasta
colaborador con nuestro proyecto y gran conocedor del pueblo y su entorno.
Entre el colegio y el paraje de los Tres Chorros, en el río Eresma, ya en
término municipal de Palazuelos, fuimos recorriendo y reconociendo los hábitats
de la zona: los pastizales, con suaves ondulaciones del terreno que acogen
pequeños enclaves húmedos, y la ribera, bien representada en el arroyo Cerezo
y, especialmente, en el más profundo valle del Eresma.
José Luis
resaltó las grandes modificaciones producidas en el paisaje, debidas a los cambios
de uso del suelo: el gran crecimiento en los últimos años de las áreas
residenciales, el impacto de las vías de comunicación, especialmente la
circunvalación de Segovia o las más recientes obras de canalización de las
aguas residuales, que deben servir para solucionar un importante problema de
contaminación en los arroyos que cruzan el término municipal.
Y también
conocimos otras curiosidades y anécdotas. José Luis nos explicó cómo las
“moñigas” secas de las vacas se utilizaban como combustible para las estufas.
Supimos también de la explosión de los polvorines, situados antaño a orillas
del Eresma, el 1 de agosto de 1955, que hizo huir a las localidades vecinas a
muchos habitantes del pueblo, temerosos de que hubiesen vuelto los bombardeos
de la guerra. Y conocimos la historia de una encina que un vecino consiguió
salvar entre las montañas de piedras y materiales que se emplearon en la
construcción de la circunvalación.
Por el camino nos
fuimos fijando en algunas plantas, algunas de ellas en flor a pesar de lo
avanzado del otoño, acerca de las que los alumnos, provistos de las fichas
preparadas para la ocasión, fueron anotando diversos datos: nombre, algunas
curiosidades, usos tradicionales…
El fresno es
el árbol más emblemático de San Cristóbal, presente en las riberas del río y
los arroyos y en numerosos prados. Siempre ha sido un árbol importante para la
ganadería, por su interés forrajero. Las hojas, ya algo secas, de las varas
cortadas del año, sirven como alimento al ganado. Su madera fue en tiempos
imprescindible para los carreteros, que con ella hacían casi siempre los radios
y los cubos de las ruedas de los carros. Y las varas se utilizaban para arrear
al ganado, varear los colchones de lana, fabricar mangos de herramientas, etc.
En la orilla
del Eresma podemos encontrar buenos ejemplares de chopo, árbol al que
curiosamente en algunos lugares llamaban “viga”, ya que de él se obtenían vigas
para la construcción, debido a la ligereza de su madera.
Abunda en este
recorrido el cardo corredor o “cardo borriquero”, en cuyos restos crece la seta
de cardo. Con la “escoba de ajonjera” se hacían unas escobas muy resistentes
que se utilizaban para barrer las eras y los corrales. También es abundante la
“arzoya”, planta con flores amarillas que comían los burros con deleite, pese a
sus largas espinas. En algunos lugares se usó la arzoya antiguamente como
planta medicinal: con el agua resultante de la cocción de la raíz, una vez fría
y en uso externo, se curaban golpes, torceduras y heridas, en personas y sobre
todo en animales. En los puntos con mayor humedad aparece el poleo, conocida
planta que se toma en infusión como digestiva. Con el “gazapeo” se curaban en
los animales, mediante un ritual mágico-simbólico, las heridas infectadas por
el gusano del ganado.
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