Entre los colaboradores que
tuvimos el curso pasado en el nuevo huerto recordamos ahora a la Unión de Campesinos, UCCL Segovia, que nos
cedieron semillas autóctonas, de variedades tradicionales de algunos cultivos de
la provincia. Nosotros adquiríamos el compromiso de devolver una cantidad
equivalente de semillas, obtenidas en nuestra cosecha, para contribuir así al mantenimiento de su banco de semillas autóctonas.
No todos los cultivos se dieron
bien. Algunos, como los garbanzos de Valseca, los pimientos morrones de Muñoveros o las cebollas mantequeras de
Abades, no prosperaron. Tampoco los guisantes de Santiuste de Pedraza, que se
secaron al poco de nacer. Pero otros crecieron estupendamente, como las judías
garbanceras de Maderuelo, las acelgas de Caballar, las lechugas repicoteadas
del Valle de Tabladillo o las tres variedades de tomates que nos cedieron:
tomate de Pinarnegrillo, tomate de bola de Cuéllar y tomate rosa de Aldeanueva
del Monte.
Os describimos el proceso que
hemos seguido para extraer las semillas de los tomates. En primer lugar partimos
por la mitad el tomate. Luego, con una cucharilla, vamos sacando las semillas, inevitablemente
con la parte gelatinosa que las rodea, y las vamos depositando en un tarro.
En poco tiempo el contenido del
tarro comenzará a fermentar y a los dos o tres días un moho blanco habrá
colonizado toda la superficie, degradando esa parte gelatinosa. Es el momento
de iniciar el siguiente paso: verter el contenido del tarro en un colador y
ponerlo bajo el chorro del grifo. Así, la semilla se separará fácilmente de esa
capa protectora que dificultaría su germinación y queda limpia.
Sólo falta colocar las semillas
sobre un trapo o papel de cocina y tenerlas así unos días, hasta que se sequen
bien y guardarlas después, bien cerradas, en un lugar fresco, a la espera de
que llegue el momento de preparar el semillero.
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